viernes, 27 de agosto de 2010

Morfeo quiso acercarnos

Hace un tiempo, alrededor de un año, que las cosas con mi cuñado Pablo no están bien. Yo me muestro altivo ante la situación, pero íntimamente me mortifica.
Nos conocemos hace 20 años. Tendría unos 9 o 10 años cuando lo vi por primera vez, como amigo de mi hermano, y al tiempo se puso a salir con Romina, mi hermana, y tuvo con ella dos soles: Victoria y Elizabeth. Siete años duró su relación, luego se separaron.
Como padre es responsable y trabajador, algo que fortaleció mi estima hacia él al ver que no descuidaba a mis sobrinas. Quizá haya cosas que no me cierran en lo que se refiere a la relación que tuvo con mi hermana. Varias veces lo noté algo cruel para con ella, sobre todo estando separados, cosa que no me agradaba demasiado, ya que es mi hermana. Pero también ella tenía sus cosas, no menores, y decidí entonces no entrometerme en temas que no eran de mi incumbencia, de los cuales no tenía un panorama completo, y sobre todo de gente ya adulta.

Pablo siempre fue bueno, amable, respetuoso, y muchas veces compinche conmigo.

Extrañamente, una serie de altercados sucedieron el año pasado, cosa que nunca antes habíamos tenido, en los que en una determinada circunstancia sentí que él no había tenido un buen comportamiento conmigo ante un importante favor que le pedí, y eso desencadenó un primer roce. Consideré algo injusta su actitud, ya que en anteriores ocasiones tanto mis padres como yo fuimos complacientes con el, cuando lo necesitó, y por mi parte jamás le había pedido nada. El tema se habló y quedó todo bien.
Pero al tiempo, una situación familiar complicada que incumbía a mi hermana y una de mis sobrinas, Victoria, y en la cual él y yo tomamos posturas diferentes, nos llevó al punto de violentarnos verbalmente, amenazarnos y querer irnos a las manos.
A raíz de esto la relación cambió drásticamente entre nosotros, y hace unos meses un nuevo encontronazo telefónico nos alejó más aún. Salvando el primer hecho, del cual sostengo que Pablo no se manejó bien, en los dos últimos reconozco mi parte de culpa, que considero fue compartida, pero aun así pude por mi lado haber piloteado la situación de otra manera, y haber solucionado y sanado nuestro trato. Lo cierto es que en el momento fue todo muy eléctrico, hubo mucha tormenta agitando el mar de nuestras tolerancias, y nos resultó imposible llegar mansamente a buen puerto.

Ayer soñé con él.

Estaba con Vicky, mi pareja, de vacaciones vaya a saber dónde, y de repente aparecíamos en un lugar extraño, de luz tenue, algo así como un camping deshabitado donde en un terreno algo amplio y rodeado de árboles que lo delimitaban, había una pequeña casita, más bien un pequeño cuartito de unos veinticinco metros cuadrados y techo bajo, todo pintado de blanco, en el cual ingresamos y nos quedábamos aguardando a algo o a alguien. Chusmeábamos dentro de él y luego nos asomábamos a la puerta. Ahí vemos que a la distancia se acercaban, contentos y saludando desde lejos, mi mamá, mi papá, mis mencionadas sobrinas Vicky y Lizy, Pablo, y uno de sus seis hermanos, Carlitos, con el que más relación tengo de todos, y a quien quiero mucho porque es un tipo dulce, sensible y siempre sonriente.
Los recibimos, y ahí entendí que era a ellos a quien aguardábamos. Mi papá, Carlitos y Pablo se sentaban en unas sillitas y se quedaban charlando afuera. Mi mamá y mis sobrinas entraban con Vicky a la casa / cuartito, y yo las acompañaba adentro, quizá evitando la presencia de Pablo.

Mientras, el sueño continuaba con su parafernalia, desplegando su circo mágico de escenarios y tornasoles, de cosas y formas imposibles, de otros mundos, que iban mutando densa e imperceptiblemente, y yo investigaba a unas hormigas casi biónicas del tamaño de una aceituna que salían de una rajadura entre la pared y el suelo.

Luego de aburrirme con las hormigas mutantes, me asomaba a la puerta y, sin sentarme, me ubicaba en el medio del tridente Carlitos, a mi izquierda - papá, frente a mí - Pablo, a mi derecha. Con Carlitos y papá hablaba normalmente, a Pablo le respondía con monosílabos. El frío de mi orgullo había calado más allá de mis huesos, hasta mis sueños.
Al cabo de varias respuestas de ese tipo, casi dándole la espalda, Pablo me toma del brazo y me dice, sonriendo y con un dejo de melancolía:

-¿Porqué nos tratamos así?

Bajé la cabeza, y comencé a sollozar como un niño. Le respondí:

-Yo siempre te quise y te respeté...

Y ahí me desperté, angustiado.

3 comentarios:

  1. Boludo! tus sobrinas se llaman exactamente como le quiero poner a mis hijas! No salgo de mi asombro.

    ResponderEliminar
  2. Como me gusta la manera en que contas las cosas sin entrar en detalles que no son de la incumbencia del resto. Lo manejas muy bien.

    ResponderEliminar
  3. Gran relato. Ojala tuviese la capacidad de recordar los sueños con esa nitidez, me pasa cada muerte de ovispo (?).

    ResponderEliminar