viernes, 29 de octubre de 2010

En el mazo de la vida, la imprudencia es el comodín

En estos días de luto nacional para un sector, gente que quiero, aprecio, atesoro, valoro, gente cercana y de buen corazón, me ha ofendido.

Se que no lo han hecho intencionalmente. Que lo han hecho de forma indirecta, sin saber que me estaban afectando. Muchos desconocen mi simpatía por este gobierno, ya que no soy alguien que ande por ahí haciendo arengas políticas, militando ni manifestando abiertamente mis creencias, apoyos y convicciones políticas. Quizá para evitar alguna discusión, quizá para sortear alguna tensión. Una forma cobarde y pasiva de actuar, visto desde los ojos de la pasión. Una forma prudente, visto desde los ojos del respeto y del conocimiento propio: me reconozco pasional a la hora de discutir, no así necio ni cerrado. Es entonces que decido y prefiero no mencionar la política en ciertas reuniones, si no conozco bien la posición dominante, y optar por elegir los siempre encantadores, sencillos y apasionantes temas como el fútbol, la música, películas, series, libros y demases. Lo que no evita que varias veces tenga acaloradas discusiones con alguno que otro que no tomó en cuenta lo que yo sí, empieza a mandar fruta, y ahí planto bandera y discurso.

A través de las redes sociales, me he encontrado con desafortunados exabruptos, comentarios repudiables y posturas incomprensibles por gente de mi misma condición social, de mi misma edad, más jóvenes incluso, todos laburantes, opinando venenos como viejos acomodados de clase alta, injuriando en contra de sus propios intereses.

La muerte es un tema sensible, sin dudas, pero en absoluto me manifiesto en contra de un chiste negro. Soy gran simpatizante de ese estilo de humor, suelo comentar barbaridades tremendas, chistes de mal gusto, provocar algún repudio y carcajadas de gente con pocos escrúpulos, así que no pasa mi ofensa por un cauce ético ni moral, que exige "un poco de respeto, che, al finadito".
Pero la diferencia radica dónde y cuándo los hago: nunca delante de desconocidos ni de gente a la que sé que puedo humillar en su amor propio o herir. Siempre con gente que me conoce y que sé de su humor sin límites ni prejuicios, o que les chupa un huevo. Menos aún, entonces, a través de una red social, tan expuesta al mundo todo.

La imprudencia, que echa hielo y brasas a los corazones, y camuflada como libertad expresiva (a pesar de que este gobierno la coarta, y la Ley de Medios sea un vehículo para llevar a cabo la sencilla y fácilmente viable empresa de eliminar todos los medios opositores e implantar sólo medios oficiales) decidió que era buena idea mofarse públicamente del deceso de alguien a quien cientos de miles de personas respetan, admiran, valoran, apoyan, adhieren y/o aman. Y que sienten eso por motivos tangibles, presentes, innegables: gracias a ciertas medidas en pos de un proyecto y un modelo, miles de argentinos que hace unos pocos años atrás estaban dentro de ese 50% de pobres, y comían de la basura, estaban ese miércoles, jueves y viernes a moco tendido, despidiendo a uno que les devolvió la dignidad de tener un plato de comida caliente, trabajo, jubilación, subsidios, cierta igualdad. Pibes que desconocían las tostadas con manteca y mermelada y la leche chocolatada antes de la Asignación Universal por Hijo. Oigo a un flaco, menos de 25 años, que en los 90 "andaba sin zapatillas, revolviendo tachos... ahora laburo, Néstor y Cristina en casa son mamá y papá". La señora, ama de casa, que cobra una jubilación "por haber cuidado mi casa y criar a mis tres hijos". La muchacha con el niño en brazos que con su presencia agradece, llorando, porque "mis viejos vivían en un rancho, y ahora tienen un techo digno y una jubilación, que nunca tuvieron". Como la viejita que sollozaba y afirmaba que "estuve siete años para cobrar mi pensión, y llegó Néstor y entré a cobrarla, y ahora tengo mi platita para comer". Y los ex combatientes de Malvinas, héroes pidiendo limosna, eternamente ninguneados, que hoy cobran por primera vez un subsidio y ahí están, haciendo cola solamente para agradecer. A qué humilde perjudicaron para generar tanto odio?

Me ofende, si, porque nunca les falté el respeto, que gente que aprecio me considere, a mí y a tantos otros que piensan como yo, que reconocen y valoran estos gestos que me resultan inéditos, como un ingenuo, un ignorante, o directamente un descerebrado. Un imbécil del montón que cree que, por ejemplo, el encarcelamiento de los genocidas es una maniobra para que los idiotas pensemos que el gobierno está comprometido con una causa que no es genuina, sino demagógica, y que manipulan y se "apropian" (?) de los Derechos Humanos. Un absurdo que insulta la inteligencia de cualquiera. Como si la agrupación H.I.J.O.S., las Madres y Abuelas de la Plaza, actores, reclamantes y beneficiarios principales de esta política, en algún momento hubiesen planteado que para poner tras las rejas a los asesinos, violadores y torturadores de sus padres, madres, hijos y hermanos, debían hacerlo "sin demagogia". Sino no, que sigan libres hasta que venga alguien que lo haga porque lo siente "de veras".

Mientras los tarados aplaudimos la derogación de las leyes de impunidad, el desconocimiento de los que tienen "la posta" cobra forma y expone los discursos fallidos: demagogia es lo que utilizan en campaña aquellos que por un puñado de votos dicen lo que suena bien y queremos oír, fogueando las emociones populares. Llevado a la práctica deja de ser demagogia, pasa a ser acción política. Un hecho. Punto.

Antes del 2003, podías encontrarte a Etchecolatz o Astiz tomando un capuccino en una esquina de Recoleta, o paseando sus almas harapientas en El Rosedal. Hoy sus intestinos, desacostumbrados, se retuercen en una mugrienta letrina de la tumba.

La bofetada, el odio y el desagradecimiento como moneda de cambio al reconocimiento, por mínimo que sea, es lo que pone a mi sentido común y de justicia en un lugar de desconcierto, a balancearse en la cima de una inmensa piedra negra, angulosa y resbaladiza, que se alza en medio de un circo aburrido de caras sin ojos ni oídos, solo bocas que no callan nunca.

3 comentarios:

  1. Uf... suscribo a todas estas reflexiones y sensaciones, a la desilusión por tanta gente cercana que no supo respetar (no digo que “no sabe entender“ o “no sabe ver la realidad“ porque apelo a la idea de que también puedo ser yo la equivocada). Me indigna la subestimación de quienes creemos que no, que esto no es lo mismo que lo que pasaba en los '90 o a principios del 2000; me enerva que después de años de exigirle a los gobiernos que hicieran algo con el “tema de los ddhh“, cuando llega uno que lo hace lo tilden de demagógico o de querer sacar rédito político o de “apropiarse de la lucha“. (¿las luchas tienen dueños? bueh...)

    El otro día vi a un flaco en la plaza dejando un cartel en las rejas, en agradecimiento. Le preguntaron: “¿por qué estás acá“? y él respondió: “porque yo era de los que la puteaban cuando fue todo el quilombo con el campo, entonces ahora vengo a agradecerle“.

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  2. lamento informarte que, tras superar un inconveniente técnico, tu blog, ha sido linkeado desde la página de Eyectados del Infierno,
    Por lo tanto, a partir de este momento, todo tipo de gente ingresará en el mismo.
    Te exhorto a que pongas un contador de visitas, de esos que te indican el servidor del visitante, porque te vas a sorprender por la gente que entra desde los lugares más enfermos del planeta.
    Aprovecho a saludarte con mi consideración más distinguida.

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  3. Acabo de leer esto, excelente nene. Excelente.

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