La primera vez que soñé con ella luego de partir, fue el mediodía mismo de su partida, cuando regresé de despedirla. Me recosté en la cama de mis padres e inmediatamente, en cuanto apoyé el pie en tierra de sueños, salió a recibirme dulcemente, y me dijo "Javiercito, no estén mal por mi, porque acá estoy bien. Tengo mucha paz."
Me desperté. Entendí que me estaba encargando que transmita su mensaje, y eso hice. Fui a la cocina y le conté a mi papá lo que había soñado. Mi viejo me miró, y aprecié como la paz había inundado su rostro. Llamó a mi mamá, y me pidió con una voz muy suave y calma que le cuente el sueño a ella. Lo hice nuevamente. Quedó pensativo un rato, y luego siguió cocinando, con los ojos brillosos y una tenue sonrisa.
Tuve varias visitas más de ella. Todas increíblemente reales. Recuerdo la anteúltima, donde salía de mi habitación en mi antigua casa de Caballito, en Guayaquil y Bertres, un planeta plagado de recuerdos donde mi familia entera, abuelos, padre, madre, hermanos e incluso sobrinos, tíos y cuñados, se asentó hace 50 años. Ahí. donde aprendí a caminar. Ahí, donde para siempre será mi hogar, digan lo que digan las escrituras, los títulos de propiedad, habite quien habite y le pese a quien le pese. La encontraba en la sala, como si nunca se hubiera ido, más viva que nunca. Y ahi nomás la invitaba una pieza y bailaba con ella un vals. Y bailábamos y dábamos vueltas y vueltas como en las películas.
La última vez, hace unas dos semanas, me subía al colectivo y la encontraba viajando, del lado derecho del pasillo. El asiento de la ventana estaba libre, asi que me sentaba junto a ella y, sin decirnos palabra, me recostaba sobre su hombro y su saquito y dormitaba. Luego, al bajar, bajaban también mi mamá y mi papá y mi hermana, que estaban en el mismo colectivo pero no los había visto. Era de noche, tipo 20 hs. Caminábamos por Calasanz hasta Guayaquil, hacia mi eterna casa. Mis padres y mi hermana adelante, y yo con ella caminaba tomados del brazo unos diez metros atrás de ellos. Y me contaba sus cosas. Mi hermana se daba vuelta en un momento y me llamaba para comentarme no se qué y yo no le prestaba atención, porque estaba entretenido en la charla con ella, que terminó fugazmente en cuanto pisé la calle para cruzar Calasanz.
Y asi es como cada tres, cuatro, o cinco meses, depende el trabajo que tenga protegiendo a alguien, mi abuela Jovita Capozzi, mi última abuela, para todo el barrio China, me visita en sueños. Se da una vueltita y charlamos, reímos y bailamos. Y, como la persona pícara y conmovedora que siempre fue, me hace despertar con una sonrisita y una lagrimita.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
Es como volverse a encontrar, al menos por un ratito.
ResponderEliminarSimplemente hermoso.
Que loco eso que te pasa. Es una conexión que supongo te dejará tranquilidad.
ResponderEliminarMuy lindo y muy tierno.Si no es ficcion, ojalá que puedas vivirlo siempre.
ResponderEliminar