lunes, 28 de junio de 2010

CHINA

La primera vez que soñé con ella luego de partir, fue el mediodía mismo de su partida, cuando regresé de despedirla. Me recosté en la cama de mis padres e inmediatamente, en cuanto apoyé el pie en tierra de sueños, salió a recibirme dulcemente, y me dijo "Javiercito, no estén mal por mi, porque acá estoy bien. Tengo mucha paz."
Me desperté. Entendí que me estaba encargando que transmita su mensaje, y eso hice. Fui a la cocina y le conté a mi papá lo que había soñado. Mi viejo me miró, y aprecié como la paz había inundado su rostro. Llamó a mi mamá, y me pidió con una voz muy suave y calma que le cuente el sueño a ella. Lo hice nuevamente. Quedó pensativo un rato, y luego siguió cocinando, con los ojos brillosos y una tenue sonrisa.

Tuve varias visitas más de ella. Todas increíblemente reales. Recuerdo la anteúltima, donde salía de mi habitación en mi antigua casa de Caballito, en Guayaquil y Bertres, un planeta plagado de recuerdos donde mi familia entera, abuelos, padre, madre, hermanos e incluso sobrinos, tíos y cuñados, se asentó hace 50 años. Ahí. donde aprendí a caminar. Ahí, donde para siempre será mi hogar, digan lo que digan las escrituras, los títulos de propiedad, habite quien habite y le pese a quien le pese. La encontraba en la sala, como si nunca se hubiera ido, más viva que nunca. Y ahi nomás la invitaba una pieza y bailaba con ella un vals. Y bailábamos y dábamos vueltas y vueltas como en las películas.

La última vez, hace unas dos semanas, me subía al colectivo y la encontraba viajando, del lado derecho del pasillo. El asiento de la ventana estaba libre, asi que me sentaba junto a ella y, sin decirnos palabra, me recostaba sobre su hombro y su saquito y dormitaba. Luego, al bajar, bajaban también mi mamá y mi papá y mi hermana, que estaban en el mismo colectivo pero no los había visto. Era de noche, tipo 20 hs. Caminábamos por Calasanz hasta Guayaquil, hacia mi eterna casa. Mis padres y mi hermana adelante, y yo con ella caminaba tomados del brazo unos diez metros atrás de ellos. Y me contaba sus cosas. Mi hermana se daba vuelta en un momento y me llamaba para comentarme no se qué y yo no le prestaba atención, porque estaba entretenido en la charla con ella, que terminó fugazmente en cuanto pisé la calle para cruzar Calasanz.

Y asi es como cada tres, cuatro, o cinco meses, depende el trabajo que tenga protegiendo a alguien, mi abuela Jovita Capozzi, mi última abuela, para todo el barrio China, me visita en sueños. Se da una vueltita y charlamos, reímos y bailamos. Y, como la persona pícara y conmovedora que siempre fue, me hace despertar con una sonrisita y una lagrimita.

3 comentarios:

  1. Es como volverse a encontrar, al menos por un ratito.

    Simplemente hermoso.

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  2. Que loco eso que te pasa. Es una conexión que supongo te dejará tranquilidad.

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  3. Muy lindo y muy tierno.Si no es ficcion, ojalá que puedas vivirlo siempre.

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